¡Paga o quédate!
¡Hey!
Muchas gracias por visitar mi blog.
Hey, hoy les presentaré un ejercicio de narración con voz omniscente, la historia que leerán a continuación será un sueño que tuve.
Era un día común en el la escuela, las clases
habían sido las de siempre y Laila se encontraba ansiosa de salir pronto al
receso, ya que, como siempre, estaba muy hambrienta. El ambiente ese día, se
sentía extraño, hacía un poco de frío, pero, se podía sentir cómo el sol
alumbraba un poco.
—Realmente tengo mucha hambre.-dijo Laila mientras
caminaba a la cafetería con un compañero el cual no conocía.
Ambos chicos se acercaron a lo que parecía ser la
barra de la cafetería, esperando ser atendidos, cosa que, era algo complicado,
ya que, había más alumnos de lo normal. Habían chicos de secundaria y prepa
haciendo un escándalo por ordenar comida, las señoras que trabajan ahí estaban
vueltas locas por tantas personas.
— ¿Qué va a querer?-preguntó una señora que Laila
nunca había visto, así que, supuso que era nueva.
—Tomaré una
orden de tacos dorados y un jugo, por favor.-dijo amablemente.
La señora le dio lo que Laila ordenó, pero, le
pidió que esperara un momento.
—Ahorita te cobro.-dijo y se ocupó en otro pedido
que un niño gritón estaba exigiendo.
—Pues mientras espero…-Laila comenzó a comer sus
tacos dorados de pie, mientras seguía esperando pacientemente a la señora para
poder pagarle.
Pasaron varios minutos, y Laila estaba desesperada,
la clase comenzaría en un par de minutos y tenía que estar a tiempo, después de
todo, era la jefa de grupo y tenía que dar el ejemplo. Su compañero de clase,
Marcos, se acercó e igual ordenó.
—Marcos, tenemos que irnos ya, falta poco para que
la clase inicie.
—Ay, tranquila, Laila, que nos esperen un ratito,
no hemos comido.-dijo muy despreocupado mientras sacaba dinero de su billetera.
—Sólo quiero que me cobren ya, haré la cuenta yo
misma para ya sólo pagarle.-Laila comenzó a hacer cálculos, aunque no era muy
buena en matemáticas, al menos sabía un poco de operaciones básicas.—Bueno,
creo que son como 45 pesos en total.
Al decir eso, la señora por fin se acercó, todos
los demás alumnos se habían ido y sólo estaba Laila, el compañero que no
conocía y Marcos.
—Te cobro, son 175 pesos.-dijo la señora de la
cafetería.
— ¿¡Qué!?-dijo Laila asustada por la gran cantidad
a pagar y lo poco que compró.-Señora, eso es demasiado.
—Pues, es una orden de tacos, el jugo y ya, pero
también se cobra la carne mixta que traen los tacos y la salsa que
agarraste.-dijo como si nada.
—Pero, señora, yo sólo traigo 50 pesos, no me
alcanza para pagar el resto, ¿podría pagarle el resto mañana? Se lo juro, yo
siempre vengo, soy muy cumplida con los pagos y todo.-la expresión de Laila era
de preocupación inmensa, estaba preocupada por el dinero a pagar y porque la
clase ya había comenzado.
—Lo siento, pero debe pagarme o no la dejaré
ir.-dijo la señora con una expresión más seria.
—Demonios…-Laila se rascó la cabeza y trató de
pensar qué hacer, miró a Marcos y se le ocurrió una idea. —Marcos, ¿podrías por
favor prestarme lo que me falta?-dijo con mucha preocupación
—Mh…-Marcos miraba dudoso a Laila.
—Vamos, te lo pago mañana, sabes que sí, además,
siempre vengo, incluso vine ese día que casi se sale el mar.-en ese preciso
momento, ya no estaban en la escuela, sino en la playa, era de noche y hacía
mucho frío. Literalmente, estaba la cafetería en medio de la arena mojada y los
chicos ahí.
—Está bien, te los prestaré.-Marcos en ese momento,
sacó un billete de cien pesos, pero, justo cuando Laila estaba por tomarlos, el
viento lo voló y se lo estaba llevando.
Laila comenzó a correr como nunca había corrido en
su vida, ni en sus partidos de Softball había corrido tan rápido como en ese
momento. Laila estaba muy asustada, su
única salvación había sido arrebatada en un soplido del viento. Un chico
se atravesó justo en un momento y Laila sólo lo esquivó, su pie pisó un charco
del lodo de la playa, pero no le importó
mojar su pie y su zapato, siguió corriendo hacia donde creía estaba el billete.
Laila llegó hasta donde pensó que había quedado el
billete, pero para su mala suerte, este, era sólo una etiqueta de una botella
de agua, en ese entonces, Laila pensó que quizá el chico que se atravesó en su
camino había robado el billete, pero, lamentablemente no se podía hacer más, el
chico ya no estaba cerca de ahí.
La pobre chica volvió a la cafetería, derrotada,
cansada y mojada de la llovizna con viento que había. Se sentía perdida y
asustada, la señora no iba a dejarla ir si no pagaba. Vaya situación tan
ridícula en la que se encontraba, perdió su oportunidad de pagar sólo por el
viento, se sentía con la peor mala suerte del mundo.
—Señora, no voy a poder pagarle, solo tengo
esto.-Laila comenzó a sacar sus monedas y centavos de su cartera.
—Pues no te voy a dejar ir, no está ni la mitad de
completo.-dijo furiosa.
Marcos sólo veía aquello sin decir nada, no podía
hacer más, ya que lo que intentó, fue en vano. Laila pensó en qué más podía
hacer, así que, pensó en llamar a su taxista para decirle que le diera dinero y
su madre le pagaría después, pero, antes de por fin llamar y conseguir el
dinero, despertó.
¡Gracias
por leer!
-L
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